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  • Lo anterior se equipara con el periodo moderno tard o

    2018-10-29

    Lo anterior se equipara con el periodo moderno tardío actual y con las dinámicas de la globalización que generan buena parte del ímpetu detrás del reciente frenesí de actividad legislativa relacionada con leyes internacionales de regulación de la prostitución. Aquí, los principales cambios y la creciente fluidez en el movimiento de gente, capital y mercancías que trajeron consigo la globalización y la reestructuración del capitalismo tardío, junto con la pujante industria sexual, han alentado una amplia coalición similar, conformada por la derecha religiosa, los puritanos moralistas y las feministas radicales, que gira en torno entacapone una misión abolicionista. Esta profana alianza moderna se ha constituido alrededor de la cruzada para combatir lo que considera como una esclavitud sexual moderna, término aplicado indistintamente al tráfico de mujeres y niñas con fines de prostitución, y de forma más general al sexo comercial. Salvar a las mujeres perdidas ha vuelto a ser parte del marco de las políticas públicas; sin embargo, aunque hay continuidad con las campañas decimonónicas, su reaparición se vincula al nuevo contexto económico y político mundial, e invoca nuevas formas de gobernanza (Scoular y O’Neill 2007). De nueva cuenta, los cuerpos traficados de trabajadoras sexuales conforman una metáfora útil de las fronteras estatales violadas y actúan como tropo de una política de seguridad más general (): “el supuesto resurgimiento del ’comercio sexual blanco’ detonó iniciativas múltiples cuya intención era proteger los espacios soberanos de la Unión Europea, tanto como los cuerpos soberanos de las mujeres” (: 140). La forma que han adoptado estas múltiples iniciativas está supeditada a distintas tradiciones y configuraciones políticas, lo que implica que estas mismas fuerzas (es decir, la globalización) han sido la inercia detrás de los marcos regulatorios que suelen caracterizarse como opositores, siendo los más notables los esfuerzos por penalizar a los hombres en Suecia y por legalizar el trabajo sexual voluntario en Holanda (Bernstein 2007: 148). En 1998, Suecia dio un paso sin precedentes al prohibir la compra, mas no la venta, de servicios sexuales, penalizando en particular a quienes “obtienen relaciones sexuales casuales a cambio de un pago”. Los analistas lo describen como un intento por reafirmar una identidad nacional coherente frente a la percibida ansiedad nacional por la incorporación de Suecia a la Unión Europea, la migración creciente y el aumento de la permisividad sexual en Europa (Gould 2001; Kulick 2003). Por lo tanto, como señala Kulick, a la luz de la cada vez mayor disponibilidad y mercantilización del sexo comercial (que amenaza con borrar las fronteras entre “sexo público y privado, y lícito e ilícito”), y de los espectros de la europeización y la globalización (que amenazan a Suecia con la desaparición inmediata y literal de sus fronteras nacionales), la prostituta referencial termina por simbolizar el orden de cosas, y los intentos por protegerla también representan intentos por reforzar las fronteras tanto culturales como geopolíticas (Kulick 2003: 207). Paralela a estas dinámicas, como ya hydrophobic señalado (Scoular 2004), una forma hegemónica específica del feminismo estatal desempeñó un papel muy influyente, el cual infundió una ideología feminista radical a las normas conservadoras de las políticas sociales suecas para producir una ley que establece la equidad de género como objetivo clave: Por lo tanto, se logra una aparente equidad en el modelo sueco cuando se deja de penalizar a las mujeres involucradas en la prostitución y se empieza a penalizar el papel de los hombres como compradores, y se encamina a las mujeres víctimas a servicios de trabajo social enfocados en fomentar su salida entacapone del negocio. A partir de los debates políticos sobre el tema resulta evidente que uno de los propósitos principales de la nueva ley era reducir la explotación de género en este contexto. Se pensó que esto se lograría al establecer una distinción entre prostitución voluntaria y prostitución forzada, como explica Outshoorn: