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  • Definida la diferencia entre desarrollo

    2018-11-13

    Definida la diferencia entre desarrollo y subdesarrollo en los términos en que lo hemos hecho, cabe preguntarse ahora por las posibilidades de desarrollo para países o economías primario-exportadoras como la chilena. Pero ello, a su vez, nos lleva a interrogarnos por las causas de este subdesarrollo industrial y tecnológico, y no sólo en el caso específico de un país como Chile, sino asumiendo también que se trata de una problemática que corresponde a un fenómeno más general y característico de la época en que vivimos. No hay que olvidar que éste es, por sus rasgos definitorios, un campo de estudio enteramente contemporáneo, que ha irrumpido de manera sistemática en las ciencias sociales establecidas hace sólo poco más de medio siglo y en virtud de sus ostensibles implicancias políticas en el contexto de la «guerra fría». Al dejar de lado las explicaciones más burdas, portadoras de fuertes tintes etnocéntricos, el mapa del subdesarrollo guarda correspondencia con el de las regiones que en su momento estuvieron sujetas al dominio colonial. Cabe preguntarse entonces ¿es el subdesarrollo explicable como una herencia de la dominación dna ligase ejercida durante un largo espacio de tiempo por las potencias europeas sobre el resto del mundo? Ese factor es, indudablemente, parte fundamental de la explicación, pero no se puede pasar por alto que Estados Unidos constituyen, a este respecto, una importante excepción y que en la mayor parte de los demás casos el subdesarrollo se ha visto reproducido y amplificado de manera persistente luego de que el vínculo de la subordinación colonial fue roto. ¿Es entonces el resultado de la indolencia e incompetencia de los sucesivos gobiernos que no han atinado a poner en pie las políticas de desarrollo apropiadas? Esto, que a su vez requeriría ser explicado, a lo más podría servir para comprender la suerte de uno u otro país en particular, pero no el fenómeno mismo del subdesarrollo en términos globales. Es precisamente este tipo de ceguera de perspectiva la que padecen las voces críticas que actualmente se alzan en el marco del pensamiento económico convencional (Stiglitz, Krugman, Ffrench-Davis y otros), que suelen subrayar, a lo más, como posible solución, la necesidad de mantener un Estado activo a través del diseño e implementación de políticas macroeconómicas y sociales adecuadas y constatar el fracaso experimentado en este sentido por el paradigma neoliberal. Pero no van al fondo del problema. Las descripciones acerca de la realidad económica y social que ofrecen dna ligase los documentos de los organismos técnicos internacionales, como la cepal, si bien frecuentemente certeras y pormenorizadas, se limitan a Selection los aspectos más directa e inmediatamente observables y lo hacen como si se estuviese aludiendo a fenómenos puramente naturales, que simplemente ocurren, sin que ellos respondan a la voluntad o intereses de los sujetos sociales y a las relaciones de poder existentes entre estos. La crítica y las propuestas se limitan a juzgar la pertinencia, mayor o menor, del modo como se reacciona frente a tales acontecimientos a objeto de mitigar sus efectos adversos y aprovechar mejor las oportunidades que conllevan. Circunscriben su análisis, por tanto, al mejor modo de adaptarse a un entorno social –más precisamente a un orden social– que se supone, en su esencia, inmodificable. Es por ello que en sus propuestas, si bien se busca poner límites a la discrecionalidad con que actúan los poderes fácticos del capital, postulando un fortalecimiento de las instituciones que permita resguardar los “intereses de la nación”, no se llega nunca a cuestionar la propia legitimidad de esos poderes que condicionan hoy, de una manera absurda –por lo abismal y escandaloso de las desigualdades sociales existentes– no sólo el presente sino también las perspectivas de futuro de los pueblos. Así, si bien se reivindica el principio de la soberanía popular, se lo hace sólo de una manera formal, sin atreverse a sostener que ella debiese extender su imperio también sobre las decisiones económicas clave. Pero esto significa que, si los problemas de fondo derivan de la propia naturaleza del sistema económico imperante, y no simplemente de la «calidad de las instituciones» y, consecuentemente, de un mal diseño de políticas macroeconómicas o de su deficiente implementación, entonces la propia crítica que surge desde organismos como la cepal no solo no está dando en el blanco sino que está, objetivamente, contribuyendo a desviar la atención de los problemas de fondo.