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  • hop over to these guys Seg n el coeficiente de Gini que mide

    2019-05-09

    Según el coeficiente de Gini que mide la desigualdad, en la región es de 0.51, nivel de desigualdad sustancialmente más alto que otras zonas del mundo, al tener en cuenta que Estados Unidos tiene 0.378 y los países de la ocde 0.313. De ahí que el promedio simple de los valores en América Latina indique que 10% más rico de la población recibe 32% de los ingresos totales, mientras que 40% más pobre recibe 15%. Entre 1997 y 2011, tanto la percepción de injusticia distributiva como la desconfianza en las instituciones (Poder Legislativo, Poder Judicial y partidos políticos) se asociaron con el coeficiente de Gini. Es claro que donde hop over to these guys existe una desigualdad objetiva en la distribución del ingreso, se aprecia una mayor percepción de injusticia distributiva y una mayor desconfianza institucional. De la misma forma, Bárcena señala que en América Latina son necesarios procesos de reordenamiento institucional, comercial y estructural, aun más severos que los iniciados hop over to these guys finales del siglo xx, con el fin de “ofrecer” una estructura productiva y exportadora basada en ventajas comparativas estáticas, en muchos casos (América del Sur): vinculadas a los recursos naturales, en otros, relacionados con salarios bajos, manufacturas intensivas en mano de obra o servicios. Además, todavía existen muy pocas ventajas competitivas dinámicas, hay baja inversión y rezagos en innovación, ciencia y tecnología, educación e infraestructura, informalidad del mercado de trabajo, un alto costo de la violencia (7.7% del pib en Centroamérica) y vulnerabilidad asimétrica al cambio climático. La realidad no es como señala Prada, una crisis económica, una crisis política, una crisis del Estado, una crisis de la democracia formal, que responde a momentos, circunstancias e intereses diferentes. La crisis de la forma-Estado es la crisis del proceso relacional, “es la segunda muerte de Leviatán, aquella que aniquila al Estado como unión de los hombres en una condición que supera al estado de naturaleza donde la vida es breve, insegura e infeliz.”
    Conclusiones Como señala Thwaites, la “nueva literatura” sobre los cambios que ha impuesto la propia dinámica del capitalismo global a la definición de los “espacios”, sobre los cuales se ejerce la soberanía atribuida al Estado-nación, aporta una interesante perspectiva, referida al proceso de globalización y su impacto tempo-espacial, sin embargo, se focaliza en el análisis de los espacios estatales del centro capitalista, muy especialmente en Europa. Es así que muchos de los rasgos que son leídos como novedad histórica, en el caso de los estados nacionales europeos (por ejemplo, la pérdida relativa de autonomía para fijar reglas a synaptic cleft la acumulación capitalista en su espacio territorial, comparada con la etapa interventora-benefactora) no lo son para los estados denominados periféricos.
    Como a un número creciente de estudiosos, me han estado interesando en los últimos tiempos las influencias del mundo griego y romano en Nuestra América. No con el afán que veo generalizado de rastrear una herencia considerada bienhechora, sino con el de desenmascarar los usos ideológicos a los cuales dicho mundo fue llamado. Tarea enmarañada porque los usos, del mismo modo que en Europa, variaron su sentido y contenido en tiempos y lugares, con lo que fueron los clásicos empuñados tanto por sectores conservadores como por innovadores. Señalador de estas variaciones es un episodio muy especial de la recuperación del clasicismo criollo, en el umbral mismo de nuestras repúblicas.
    Los antiguos en las indias Desde la llegada misma de los españoles a América se difundió el latín escrito y hablado, con una vasta literatura en dicho idioma que no ha sido catalogada, mucho menos leída e interpretada, y al mismo tiempo la invasión de la literatura vernácula por los temas ligados a la civilización grecorromana, como en el teatro y muchas formas del discurso público. Estas dos características se han considerado una prueba de la supervivencia de la tradición clásica en la Colonia. Como corolario se han arrimado multitud de testimonios sobre el amor a las letras clásicas, su presencia en bibliotecas civiles o eclesiásticas, acompañados de diccionarios y gramáticas, eximios latinistas, incluso indios y mestizos, traducciones e influencias de Ovidio o de Lucano.