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  • Recordemos que en diciembre de

    2019-05-10

    Recordemos que en diciembre de 1938 se celebró en Lima la Octava Conferencia Internacional de los Estados Americanos, donde se analizó la Segunda Guerra Mundial y las posibles consecuencias para América, así como el rol de Estados Unidos, aunque no se aprobó ninguna acción colectiva. La Declaración de Lima o Declaración de Solidaridad de América fue sólo un pronunciamiento en el que cada país tomaría sus decisiones individuales, sin adquirir ningún compromiso compartido. Otros cuatro encuentros se realizaron en América en función de los avances de la Segunda Guerra Mundial y los peligros de los fascismos europeos, las sedes fueron Panamá, La Habana, Río de Janeiro y México. Este último dio lugar a la Conferencia Interamericana sobre Problemas de la Guerra y la Paz, que definió ciertas participaciones: en 1942, Centroamérica y el Caribe se habían adherido a la guerra antifascista, mientras que México, Venezuela y Colombia habían roto relaciones con el Eje. Aun así, los países americanos no lograron coordinar acciones en forma conjunta. Se debatieron distintos modos de defensa política del continente frente a las amenazas de los nazifascismos europeos. En particular, las acciones colectivas se afianzaron con la creación en 1942 del Comité Consultivo de Emergencia para la Defensa Política, que funcionó hasta la fundación de la oea en 1948, con una mirada interamericana opuesta a la infiltración de los gobiernos y regímenes totalitarios. En este sentido y volviendo al periodo que nos ocupa, Silva Herzog publicó en Cuadernos Americanos, en mayo de 1961, el discurso inaugural que pronunció Lázaro Cárdenas en la apertura de la mencionada Conferencia. Allí aludió y se inspiró en el purchase pramipexole dihydrochloride Congreso Mundial por la Paz, que fue realizado en abril de 1949 con la fundación en París del Consejo Mundial por la Paz, organismo catalogado por Estados Unidos como un “frente comunista”. En 1952 se creó la vertiente mexicana de dicha organización, cuyo nombre fue Comité Impulsor por la Paz, posteriormente denominado Comité Mexicano por la Paz. Cárdenas reconoció la tradición en Latinoamérica de la lucha por la paz y propuso una unidad pacifista, que con fuerza moral se uniera con los demás continentes con el fin de establecer una amistad que conllevara la seguridad mundial. Además de las cuestiones económicas, agrarias y ejidales destaca la consideración de la Revolución cubana como un asunto interno ajeno a nondisjunction la violencia bélica. Expresa Cárdenas que “La política anticomunista en Latinoamérica trata de presentar como movimientos subversivos de inspiración comunista a toda lucha democrática, a todo intento de independencia económica y a todo afán de preservar la soberanía nacional, por cuanto estas tres corrientes se ven enfrentadas a los intereses del gran capital financiero”. De esta manera, en concordancia con los ejes que reunieron las preocupaciones tratadas en la Conferencia, la Revolución significaba en estos contextos una solución pacifista, en tanto y en cuanto rechazaban la guerra pero defendían los principios enunciados en la convocatoria, con acuerdo en el legado heredado de próceres como Simón Bolívar. Cárdenas recuerda sus palabras: “Solidaridad, defensa, unión de las repúblicas latinoamericanas, no para combatir ni conquistar a nadie, no para hacer a nadie la guerra, sino para defenderlas de peligros comunes, para lograr el respeto a su soberanía, para solucionar conciliatoriamente sus diferencias y para luchar por su prosperidad y progreso”. El escritor argentino Ezequiel Martínez Estrada formó parte de estos debates, mediante la elaboración y publicación de un “Mensaje de la ‘Liga Argentina por los Derechos del Hombre’ ante la Conferencia Latinoamericana por la Soberanía Nacional, la Emancipación Económica y la Paz”, presentado para su consideración desde La Habana, con fecha 5 de marzo de 1961, y publicado en la revista Lunes de Revolución el 10 de abril del mismo año. En nombre de la Liga y en representación de los 100 mil afiliados que la constituían, solidarios con la Revolución cubana, destacó y engrandeció a dos hombres altamente significativos: el primer ministro Fidel Castro, conductor de los pueblos oprimidos de América según el legado de Martí y Lázaro Cárdenas, a quien llamó “figura consular de América” y le atribuyó funciones complementarias; los denominó “mentores y guías de la libertad y la justicia de los pueblos”.