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  • br En las p ginas de La esquina

    2019-05-22


    En las páginas de La esquina de los ojos rojos, jóvenes “pránganas” escapando 3-Deazaneplanocin A toda velocidad sobre una motoneta, una vez cometido un asesinato, huyen a toda costa de una realidad vengativa, de los límites de un vacío personal, ético y de las cerradas posibilidades de esa asfixiante trampa que representa el Barrio; simboliza, en el ámbito generacional, los valores y las expectativas fragmentadas de una juventud mexicana sumida en el pauperismo desocupacional y en la mediocridad existencial. Por ello, los sicarios esperan pacientemente “la chanza”, mientras devoran “mariscos vendidos en carritos de supermercado, elotes y esquites con harta salsa Valentina”, ya que, la oportunidad, “se tiene que cazar al vuelo, cuando la competencia hierve esperando la ocasión […] del primer trabajo gordo” que les signifique un ascenso en el escalafón criminal de un mundo, el cual, sólo a través de lo proscrito, mide y justifica su existir. Los ejecutores alcanzan así un grado superior en esa dupla letal chofer/ejecutor: pues “choferes hay pa aventar pa arriba. Otra cosa son los que ejecutan, esos tienen otro calibre”, ya que “matar tiene sus resquemores” y “el ruido del plomazo es el ruido emperador de todos los pinches ruidos del planeta”. Los personajes, de este modo, desarrollan y emplean un habla característica, hermética y cifrada para sobrevivir. Como en el mundo del antiguo lépero y del pelado pre y posrevolucionarios, los bajos fondos urbanos actuales, “viven en un mundo que, para funcionar, necesita ser aceitado permanentemente: así se construye una sociedad resbalosa donde todo pierde sentido a cada instante y donde la civilidad es escurridiza y lúbrica”. Los personajes jóvenes en esta novela, además, denotan una continuidad heteróclita sobre la apropiación a la carta de formas, vestimentas, lenguaje, ritmos y modas que los ubica en una indefinición absoluta y conscientemente buscada. Ser indefinibles es su más lograda rebeldía, su más cerrada coyuntura generacional: “Sólo me interesa lo que no es mío” proclamaba el manifiesto antropofágico brasileño entre 1928 y 1929. Los jóvenes en la novela, como las convicciones de aquella vanguardia latinoamericana, también huyen y deprecian con denuedo el estereotipo y el folclor de lo encasillable, casi tanto como el valor de lo paradigmático. Sus atuendos, retazos de modas, cortes de cabello, ideales entrecruzados y tendencias pasadas, relativas y mixtas, son el patrimonio de la copresencia, prismático holograma donde la elección es todo y nada a sedimentary rock la vez. Un estilo que es todos los estilos y ningún estilo. Un pastiche de tiempos, de personalidades varias y sin libreto: se trata de la representación de una “identificación” que busca conscientemente ser fallida, ser una descolección de tipos urbanos, una visualidad neobarroca, según entiende el concepto Esteban Echeverría. Ramírez Heredia en su obra registra el intenso cambio generacional que ha impactado, incluso, a la misma criminalidad. La globalización ha vuelto permisible el encuentro mediático, no de los logros del “progreso” civilizatorio propios de la mentalidad moderna sino, ante el atavismo y el histórico retraso latinoamericano, subraya el nexo que provocan las miserias compartidas y familiares a diferentes latitudes: una “favelización” masiva de culturas populares a través de sus rasgos multiculturales más abiertos, desapegados y canallescos que han ganado importancia como problemática diametral y como tema dentro de la reflexión y la recreación estética de los últimos tiempos. En esta obra ambientada en Tepito, los jóvenes mediante una postura netamente personalista desacreditan lo que Óscar Terminiello ha dado en llamar propuestas “propopulares de identificación” que define, en esencia, como grupúsculos sociales de rasgos contraculturales: las llamadas “tribus urbanas”, expuestas como generalizaciones simplistas, compactas, consabidas: