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  • As la historia a la vez ejemplar e ilustrativa

    2019-06-29

    Así, la historia, a la vez ejemplar e ilustrativa, es un elemento aglutinador de la identidad del pueblo mexicano pues conforma la narración unificadora necesaria para fusionar, en una identidad única, a la sociedad mexicana. Por ello, para Vigil, la enseñanza de la historia convertiría “a los habitantes de este país en hombres y ciudadanos […] porque sólo así podrán amarlo, explotarlo e interesarse en su conservación […] pues tal conocimiento no sólo nos hará apreciar los bienes inestimables que poseemos, sino que robustecerá la fe para marchar hacia el porvenir” (270). Asimismo, en esta postura teleológica con vistas a la construcción de una sociedad mejor, Vigil organiza la temporalidad en una línea evolutiva donde el pasado deficiente de la época Cytarabine es integrado como el , el de la sociedad mexicana, cuyo conocimiento resulta imprescindible para resolver los problemas del presente: “Un sentimiento de odio al sistema colonial nos hizo envolver en un común anatema todo lo que procedía de aquella época, sin reflexionar que sean cuales fueren las ideas que sobre ello se tengan, allí están los gérmenes de nuestras costumbres y nuestros hábitos, y que su estudio, en consecuencia, es indispensable para el que quiere comprender los problemas de actualidad” (268). Vigil no elabora la historia de México defendida en su artículo —ta-rea efectuada en esta misma década por Vicente Riva Palacio y cuyo resultado fue la obra colectiva de de la cual nuestro autor redactaría el tomo V, intitulado “La Reforma (1855-1867)”— pero, en cambio, desarrolla una historia de la literatura nacional, publicada de modo incompleto en 1909, el mismo año de su muerte. Los primeros escritos de Vigil sobre literatura mexicana datan de la década de 1870, con la publicación de dos ensayos, “Algunas observaciones sobre la literatura nacional” (1872) y “Algunas consideraciones sobre literatura mexicana” (1876), en los cuales pone en perspectiva las tesis de Francisco Pimentel e Ignacio Altamirano sobre los inicios de la literatura nacional. Para el primero, ésta sería una continuación de la literatura colonial española, mientras que para el segundo, la verdadera literatura nacional nacería con la independencia. Vigil concuerda con Altamirano: una literatura no puede basarse únicamente en la imaginación, ya que necesita un punto de partida: la historia propia, además de una realización temática y formal concreta: la de expresar el del pueblo mexicano. Es por esta razón que en el caso concreto de México, la literatura verdaderamente nacional sólo podía existir a electron partir de la independencia. Con la conquista española se produjo una transformación completa que implicó la implantación de una nueva lengua, una nueva religión y nuevas costumbres. De esta forma, durante trescientos años, México formó parte de la corona española, la cual gobernó en todos los aspectos de la sociedad. Por ello, el desarrollo de las letras durante este periodo fue “absolutamente análogo al que se seguía en la metrópoli, sufriendo de la misma decadencia que la pérdida de libertades políticas y religiosas había hecho sentir en la literatura” (: 266). La censura practicada en estas tierras (a través, entre otras medidas, del “poder misterioso de la Inquisición”), ejercía un control sobre todos los aspectos sociales y por lo tanto impidió que los poetas pudieran manifestar en su poesía los rasgos de su tierra que, como se mencionó anteriormente, forma parte de las características de una literatura verdaderamente propia. Vigil continúa esta reflexión sobre la literatura nacional en “Algunas consideraciones sobre literatura mexicana”, publicado cuatro años después, donde puede verse una clara consciencia historiadora, que propone ver el pasado nacional a partir de sus tres periodos: uno antiguo, uno medio y uno moderno, que corresponderían a: “las grandes épocas contenidas en los tiempos anteriores a la Conquista, [al] periodo de dominación española y [al] que parte de 1810 hasta nuestros días” (: 274). El escritor jalisciense realiza una defensa de la importancia de estudiar cada uno de estos periodos, con el fin de conocer el modo de ser, las costumbres, tanto de los “antiguos pobladores del Nuevo Mundo”, como del periodo colonial, del cual señala el interés para el “pensador” y el poeta, pues su estudio llevaría a “examinar los orígenes y desarrollo de nuestra sociedad actual” (274).