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  • La Conferencia de logr una asistencia

    2018-11-13

    La Conferencia de 1995 logró una asistencia sin precedentes: 17,000 participantes en la reunión oficial, con presencia relevante de delegaciones oficiales inclusivas de los diferentes poderes del Estado y la sociedad civil, práctica positiva que se ha expandido AVE 0991 otros foros de las Naciones Unidas. Además, en la dicha Conferencia participaron 30,000 activistas en un foro paralelo, tendiendo redes, incidiendo en las opiniones y en las comunicaciones globales, mostrando la urgencia de acelerar el ritmo hacia la igualdad para las mujeres y niñas. El aporte de los grupos feministas y las organizaciones de mujeres fue y es reconocido como fundante y catalizador del cambio hacia la igualdad; el documento resultante alienta a que se apoye a las organizaciones ciudadanas, con acceso a la información y recursos necesarios para el desarrollo de sus actividades. “No hay futuro posible que no nos incluya, ni se puede pensar el futuro sin nuestra participación” declararon las organizaciones de mujeres de América Latina y el Caribe (véase Declaración de América Latina y el Caribe, publicada en ). Como marco para la acción, la estableció compromisos en 12 esferas de especial preocupación sobre la condición de las mujeres y las niñas en todo el mundo. Se instó a los gobiernos, al sector privado y a otros socios a que redujeran la pobreza de mujeres y niñas y aseguraran su derecho al acceso a la educación de calidad y a la formación. También se les exhortó a que protegieran su salud (incluyendo su salud sexual y reproductiva), aseguraran el beneficio de los avances tecnológicos, su independencia económica y acceso al empleo de calidad, así como a la promoción de su participación total e igualitaria en la sociedad, la política y la economía. Los Estados se comprometieron, entonces, con un mundo en el que todas las mujeres y las niñas pueden ejercer sus libertades, tener oportunidades y recursos y hacer realidad todos sus derechos, como el de vivir una vida libre de discriminación y violencia. El proceso de Beijing desencadenó visibilidad mundial y voluntad política. Conectó y reforzó el activismo de los movimientos de mujeres a escala mundial. En el ámbito nacional se desarrollaron mecanismos nacionales para el adelanto de las mujeres tanto en el Ejecutivo como a través de Comisiones o Grupos Parlamentarios, en Unidades o Direcciones en la Administración Pública y en el Poder Judicial, tanto en el ámbito nacional como en el local. Asimismo, se fortalecieron los mecanismos internacionales, tales como la Comisión de la Condición Jurídica y Social de la Mujer y el Comité para la Eliminación de la Discriminación contra la Mujer. La insistió también en la planificación y presupuestación con enfoque de género de políticas públicas, y por tanto la necesidad central de contar con estadísticas desagregadas por sexo y estadísticas de género en todos los ámbitos, en especial aquellos en los que no están desarrollados como es el caso del uso del tiempo, el trabajo no remunerado o la violencia contra las mujeres. En las revisiones subsecuentes, se expresó la preocupación acerca del limitado poder y los insuficientes recursos de los mecanismos nacionales y regionales para concretar el avance de las mujeres, así como de los propios mecanismos de las Naciones Unidas lo cual limita la plena aplicación de sus mandatos. Cada Estado ha traducido la en cambios concretos en cada uno de los países con impactos en la vida de las mujeres. Nunca antes tantas mujeres habían accedido a MTOC la educación, ocupado cargos políticos, contado con protección jurídica contra la violencia de género y vivido al amparo de Constituciones que garantizan la igualdad de género y la no discriminación. Aun así, ningún país ha logrado completar la Pese a los progresos alcanzados en el último siglo, las esperanzas de igualdad sustantiva, en los hechos, están lejos de verse realizadas. Las mujeres participan menos en el trabajo remunerado, ganan menos que los hombres y es más probable que trabajen en empleos más vulnerables e inseguros (). En América Latina, en 19 países en los que se han realizado encuestas, las mujeres invierten el doble o triple de horas que los hombres en el trabajo no remunerado (). En enero de este año, según y Mujeres, el promedio mundial de mujeres en el Parlamento alcanzó el 22 por ciento, apenas 10 puntos porcentuales más para un lapso de 20 años, y el horizonte de la paridad aún es lejano. En el mundo en desarrollo, más de una tercera parte de las mujeres se casa antes de los 18 años de edad, con lo que pierde la oportunidad de obtener una adecuada educación, desarrollar sus capacidades, quedando expuestas a los riesgos del embarazo temprano (). La desigualdad, incluyendo la de género, está frenando el desarrollo, y aquellas metas del milenio que más dependen del empoderamiento de las mujeres, como la de salud materna y la reducción del embarazo adolescente, registran los menores avances. A pesar del enorme progreso alcanzado en los marcos legales nacionales, regionales e internacionales, millones de mujeres del mundo reportan haber sufrido algún tipo de violencia en sus vidas. Para la mayoría de las mujeres en el mundo, las leyes aún no se han traducido en mayor igualdad y justicia.